jueves, 24 de julio de 2014

OLÉ - SOBRE LA VUELTA DE TEMPERLEY AL FÚTBOL - 24/7/14

LA PASION NUNCA QUEBRO 
Se levantó y anduvo 


Temperley las pasó todas: llegó a Primera, descendió, sufrió la quiebra y la clausura. En el 93 volvió a jugar en la C. Sus hinchas, que jamás lo abandonaron, hoy festejan. 

SANTIAGO TUÑEZ 



Maxi Gómez festejó el ascenso de Temperley como un hincha más. La gente del Celeste se olvidó de las penurias económicas al menos por un rato. 
"Quiero retruco", cantó uno de los viejos que estaba en el buffet de la cancha de Temperley. La escena de todas las mañanas se repetía aquel 11 de junio de 1991: cuatro amigos, sentados en una mesa, tiraban las cartas sobre la mesa. De pronto, uno de ellos levantó la vista y sus ojos le devolvieron la imagen de una persona extraña. El hombre, de traje y corbata, ordenó el desalojo del lugar. Después salió a la calle y observó las miradas asombradas que lo rodeaban. Luego sacó un papel blanco y lo pegó con fuerza en la puerta que acababa de cerrar. "Clausurado por quiebra", decían las letras negras escritas sobre esa faja.

Sí, al Celeste, ese club de barrio fundado el 1` de enero de 1912, le bajaban la persiana. Sí, ese equipo (integrado por Hernandorena, Magalhaes, Biondi, Di Bastiani, entre otros) que el 7 de diciembre de 1974 consiguió el primer ascenso de su vida al empatar 1 a 1 con Unión y salir campeón de la Primera B, dejaba de respirar. Sí, ese cuadro que la noche del 21 de diciembre de 1982 retornó a la A de la mano de Cassé, Dabrowsky y Finarolli (le ganó la final del Octogonal a Atlanta 13 a 12 por penales), dejaba de existir.

Pero la caída de Temperley no salió a la tierra en el junio del 91. Todo había comenzado allá por el 87, cuando en el Sur no habían alcanzado los esfuerzos para pagarles a los jugadores. Encima, Platense se cruzó en su camino y en un desempate por el descenso lo condenó al Nacional B. Entonces, el plantel fue disuelto y los dirigentes, con el poco aire que permanecía en los rincones del club, hallaron una solución: llamar a concurso de acreedores. Pero nada mejoró y ante la falta de pago, el 28 de agosto del 89 se dictó la quiebra. Y casi dos años después, el juez José Durañona resolvió la quiebra y el Cele no transitó más por el Nacional B.

Su gente lo hace grande. Todo aquel hincha de Temperley que imaginó estar poseído por un espejismo cuando sus ojos observaron la faja de clausura, no se resignó ante lo que parecía inevitable: el remate del club. Tampoco creyó que el 13 de abril del 91, contra Los Andes, había visto por última vez al equipo. Y así fue. Se formó un grupo de socios que vendió rifas, souvenirs y organizó cenas. Fue ahí que el club resurgió y el 21 de octubre del 91 levantó las mismas persianas que había bajado cinco meses antes. De esta manera, Temperley respiraba otra vez. Pero aún no había recuperado su tesoro: el equipo de fútbol...

...Y los hinchas, con Edith Pecorelli como abanderada, pelearon para que el Celeste retornara a las canchas. Hasta que el 20 de julio de 1993, el juez Roberto Martino resolvió que Temperley volviera a jugar. No importaba que renaciera desde la C. Cuatro días más tarde del fallo (luego de dos años, tres meses y once días sin jugar), hubo fiesta en el Sur. Esa tarde, las tribunas no extrañaron más los saltos de la gente y el pasto recuperó el tránsito de los jugadores. "Deleva; Céspedes, Palavecino, Rey, Faravelli; Di Crocco, De Césare, Aranda; Martín, Lozas y Marro", vencieron esa histórica tarde a Tristán Suárez, con gol de Céspedes.

A nadie le importó que el retorno no estuviera sumergido en los éxitos. La cuestión era recuperar el patrimonio. Se logró. Después sí, ahí los hinchas exigieron el ascenso. Mariano Biondi, símbolo del Cele en los 70, estuvo al timón de ese sueño. Los tripulantes fueron jugadores que se entrenaban y trabajaban para llevar todos los meses el mango a sus casas. Y la tarde del 10 de junio de 1995, tras haber obtenido el Clausura, vencieron 2 a 1 a Tristán Suárez en Lanús (en la primera final habían ganado 1 a 0), por lo que se produjo el milagro que tiempo atrás se había alejado de su imaginación: subir a la Primera B. Un año después, conducido por Finarolli, jugó el Reclasificatorio y gracias a una reestructuración se reencontró con el Nacional B, pero en esta categoría jugó una temporada y después bajó a la Primera B.

Ayer, a las 17.40, cuando el árbitro Guillermo Rietti dijo "basta", los cuatro amigos entraron al club y largaron una carcajada al recordar la faja de clausura. Pidieron una botella de champagne. Alzaron las copas y festejaron el ascenso del Celeste a la B Nacional. Ahora deberá mantener la categoría. Y tendrán que acordarse de que el club aún sigue en quiebra y debe pagarle 400 mil dólares a Agremiados. Pero Temperley seguro que lo podrá hacer... Si ya se levantó y anda... 


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